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ASEXUAL.

“Ya casi, sigue así, ya casi…”, dulces palabras en el oído de un hombre. Esas palabras solo le indican que está a punto de lograrlo: la mujer se va a venir. Si es verdad o mentira, ese es otro caso. Al volverme soltera, uno pensaría que tendría muchas de esas expresiones: “Sigue así, no pares, carajo”, pero la verdad, me he sentido bastante asexual.

No es como que soy frígida o menopaúsica, y pues tampoco llevo años casada con hijos, ni me levanto a las seis de la mañana a dejar a la escuela a alguien, solo que, si tengo sexo, bien, si no, pues veo una película.

Cuando corté con mi ex, empecé a salir con un niño de veintidós años. Ya sé, yo tengo treinta y dos. Ya sé, le llevo diez años. Ya sé, soy una cougar. Ya sé, me veo bastante bien para ser una cougar. Gracias.

La primera vez el sexo fue malísimo; como si un conejo Duracell tuviera prisa por hacer su madriguera, fatal. Pero a los hombres siempre hay que darles una segunda oportunidad. Así que, como la dama que soy, se la di. No se las di, se la di. Lean bien porque sí se puede malinterpretar. Esa segunda noche algo cambió en él, de conejo pasó a ser Nadia Comaneci, arriba, abajo, a un lado… yo, como estrella de mar.

Las treintañeras nos ganamos “El derecho de la estrella de mar”. Es un premio que estoy dispuesta a promover aunque sea en los premios TV Novelas. ¿En qué consiste? Pues muy fácil; en nuestros veintes no sabemos que es el sexo, ni un orgasmo, ni conocemos nuestro cuerpo, así que nos dedicamos a complacerlos a ellos: ¿Quieres que me baje? ¿Estoy metiendo mucho diente? ¿Qué quieres aventarme en la cara? Y a todo decimos que sí, pues porque mujeres sumisas y tontas, ¡Ah! Pero a los benditos treinta, ya pagamos cuota, y estamos ahora, con todo derecho de establecer las reglas. Y mi regla es: Si tengo flojera, yo seré una estrella de mar, brazo extendido y piernas abiertas, y si no te aplicas, así me voy a quedar toda noche. Porque lo valgo, porque te estoy haciendo el favor, porque si no eres tú, será otro, porque hombres abundan, pero sobre todo; porque comí pesado y no puedo levantarme.

Y un puberto, es justo lo que una necesita si tiene flojera hasta de tener sexo; todo les prende, hasta la brisa marina de Acapulco que está a miles kilómetros de distancia la sienten caminando en la Condesa, Ciudad de México y ¡Pum! Ya quieren, necesitan, les urge poseerte, porque aparte eres la más bella, la que lo sabe todo, la experta. A mi puberto le tocó mala suerte, en lo único que soy experta es en ser estrella de mar.

Regresemos a la noche del fatídico incidente. Él estaba en lo suyo siendo Nadia Comaneci, y pues, no me gusta presumir ni comer pan frente a los pobres, pero pues mi puberto tiene buen tamaño (Si leen Mimosas saben a lo que me refiero, no me hagan escribirlo porque hasta yo tengo madre y no puedo estar poniendo que mi puberto tiene un pene gigante, le puede dar algo a mi familia si pongo algo así de prosaico, así que no me hagan ponerlo), subió la intensidad y la velocidad y el dolor. Mi estómago (recuerden que yo estaba en estrella de mar) sintió un estilo de puñetazo. Me estaba matando.

Entonces le grité eso: “¡Me estás matando!”

Pero claro, como les decía al principio, un hombre oye las cosas en la cama como mejor le da la gana. Una podría gritar “¡El pozole con todo!” y ellos oyen “¡La siento hasta el fondo!”

Así que como el muchachito pensó que me mataba de placer, pues le dio más duro. Sentí como si la virgen me hablara y no conozco a ninguna. Lo aventé con todas mis fuerzas, me paré y cuando corría hacía el baño, me desmayé.

Me desperté con un dolor penetrante en mi cabeza (¿Vieron cómo usé una palabra sexual en una oración que no tiene nada de sexual? Estoy muy cabrona) y mi puberto viéndome, desnudo, con cara de preocupación.

Me trató de ayudar a levantarme y le quité el brazo. Una cosa es que yo sea más grande y otra que me haga sentir anciana. Me levanté, caminé dos pasos y me volví a caer, ahora de rodillas. El puberto se tapó la boca para que yo no lo viera reírse más, me tomó del brazo, me llevó al baño, me metió a la regadera y me bañó, con ternura y cariño, como hace mucho alguien no me trataba, me acostó en la cama, me tapó y me hizo cariños toda la noche. No era la noche sexual que yo tenía planeada, fue bastante asexual.

Pero a veces hay sorpresas así; yo era la más sexual, tengo un blog y videos sobre sexo, mi rutina de stand up es sobre eso, y ahora lo único que quiero es leer, ver series, escribir, y si hay alguien que me levante cuando caiga y haga cariñitos para sanarme, pues qué mejor.

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INSTAGRAM: marce_lecuona

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