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¿QUÉ TAL…? ¿TAL VEZ? ¿QUIZÁ?

Esos momentos como mujer que definen tu vida y te hacen preguntar: ¿Qué tal…? ¿Tal vez? ¿Quizá? El instante preciso que le das un beso a alguien en la primera cita, la determinación de pasarlo a tu cuarto, la hora definitiva en la que decides ser mamá.

Pero, ¿Qué tal que él no es el hombre para ti? Tal vez dejaste ir un gran amor y debes buscarlo. Quizá debes viajar por el mundo y tener una historia extraordinaria. Qué tal, tal vez, quizá.

Creo que los seres humanos estamos llenos de remordimientos y de hubieras. A lo mejor si no me hubiera salido de CasAzul para entrar al CEA, sería la mejor actriz de mi generación, pero solo dedicándome al cine y teatro. A lo mejor si mis padres no se hubieran separado, viviría en Cancún todavía rodeada de comodidades con tres hijos. Vida solo hay una, ¿Cómo saber que escoges la mejor opción para ti?

¿Cómo saber que la amistad que está a tu lado te hará algún mal, o que la que menos valoras, te ayudará? ¿Cómo distinguir que no estás perdiendo tu vida, que vas por el buen camino? ¿Cómo no llegar a vieja y decirme: Qué tal, tal vez, quizá?

Entre más envejeces, te entran más dudas, más remordimientos sin querer o sin saberlo. “No debí estudiar actuación. No debí ser tan superficial. No debí ser tan fiestera. No debí ser tan egoísta. No debí… no debí.”

Pero, ¿esas preguntan nos hacen cambiar? Nunca he tenido problema en admitir que soy alcohólica. Me gusta el alcohol. Nunca he robado por él y nunca me ha pasado nada grave, así que no veo porque dejarlo. Pero este fin de semana me puse demasiado borracha, al grado de no acordarme cómo llegué a mi casa. Avergoncé a mi novio con sus amigos (al parecer me quede dormida en la sala mientras todos hablaban o algo por el estilo) y al día siguiente mi novio me abrazó y me preguntó con toda dulzura: ¿De qué huyes amor?

“De mis errores, de mi misma, de mi realidad, de mi futuro, de mis miedos, de mis carencias, de la incertidumbre, del ¿qué tal sí?, de los tal vez y de mis múltiples quizás.”

No dije nada. Solo lo pensé. No estoy dispuesta a mostrarme vulnerable, ya lo he hecho, no me funcionó en el pasado. No sé si es cuestión de género, si es un mal de mujeres, pero nunca parecemos tomar la mejor decisión: las casadas te dicen que no te cases, las que tienen hijos dicen que no tienen vida después de ser madres, las solteras quieren esposos, las que tenemos novio, queremos libertad, las que tienen dinero y buenos puestos quieren ser mantenidas, las mantenidas quieren independencia. ¿Por qué somos tan incongruentes?

Porque creo que llega un atisbo de conciencia a nuestra vida que nos dice: Te he dado tiempo, ¿Qué has hecho?

Y la respuesta es nada. Porque todo lo que hagamos, sea relevante o no ante la sociedad, no es nada. Mi mejor amiga Dafne, antes de morir, puso en su diario que lo que más ansiaba en la vida era enamorarse. Algo tan básico del ser humano. No pedía dinero, no pedía curarse; quería amor.

Ahora me pregunto: ¿De qué huyo?

Y sobre todo: ¿Qué quiero?

Quiero ser respetada en el medio, quiero ser buena stand upera, excelente comediante, que no me falte nada (y por consiguiente a mi familia), quiero amor. De todos lados, de todas las maneras.

Entonces ya sé que hacer, sé que pasos seguir y como mantenerlos: Con disciplina.

Para dejar de huir y para nunca decir: ¿Qué tal…? ¿Tal vez? ¿Quizá?

 

TWITTER: @marcelecuona

INSTAGRAM: marce_lecuona

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