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UN DÍA COMO CUALQUIERA.

Desperté. Ni siquiera había sonado el despertador, no era necesario, hoy es un día como cualquiera, pero él va a estar ahí. Nadie me ha dicho que le gusto, pero lo noto. Lo veo cuando volteo y siento su mirada fijamente. Que yo lo descubra le provoca pena, se sonroja y comienza a escribir rápidamente en el cuaderno. Estoy segura. Le gusto.

Me levanto de la cama sonriente, mi mamá dice que es tonto el amor adolescente, no sé, me siento en las nubes. Me veo al espejo, no soy la más hermosa, pero tampoco soy fea, como dirían en la escuela; soy tierna. Me hago dos trenzas con cuidado mirándome al espejo (me bañé ayer en la noche y hoy hace mucho frío, así que hoy me iré en mi jugo), veo mi pecho y pienso: “A ver cuando se atreven a salir”, una niña a mi edad sin busto, no tiene sentido. Nadie se fija en ti si eres buena onda, pero si ya usas brassier, eres toda una sex symbol.

¡Fuck! Me acordé que no hice la tarea de inglés, la pido en el recreo, presiento que voy a reprobar esa materia y voy a estar castigada por meses, ¡No! Si repruebo no podré ir a la fiesta de Dafne y estoy segura que él va a estar ahí… ¡Osh! ¡La vida es tan injusta! Yo no necesito ni quiero hablar inglés, yo quiero bailar. Bailar en Nueva York, en Rusia, aquí, que todo mundo sepa mi nombre, recibir aplausos, flores. Esta ciudad es muy chica para mí, ¡Quiero vivir!

Mi mamá grita que baje y aun no estoy lista; me lavo los dientes, me pongo perfume (por aquello de la bañada) y bajo a la cocina. Mi madre me pide que no corra y que me coma el cereal que tengo enfrente. Suspiro; ya en unos minutos lo veo, ya falta poco.

Mi mamá, pegada al teléfono, me dice: “Mmm, ¿podrás faltar hoy? Susana no va a poder ir a la oficina y no creo que me dé tiempo de pasar por ti, no pasa nada si faltas ¿o sí?”

¿Mi mamá está demente? ¿Cómo voy a faltar? Él va a estar, estoy segura que no tarda en pedirme que sea su novia. Ok, solo nos hemos dicho un par de palabras, pero eso no quiere decir que no nos amamos.

“No mamá, tengo que ir, la mamá de Dafne me trae, tú tranquila.”

Mi mamá asintió con la cabeza y se alejó con el celular en la mano.

Al entrar al salón mi corazón palpita como si se fuera a escapar, y ahí estaba él, tan lindo. No sé si Dafne me puede llevar a mi casa, pero me valía regresar en camión con tal de verlo, eso lo podíamos arreglar después. Me siento en la banca e inmediatamente siento su mirada. Me dan escalofríos. Porque ahora que lo veo de frente, me mira decidido.

En menos de un año cumpliré quince años y estaré en la preparatoria, es mi último año para tener mi primer novio, mi primer beso, mi primer todo.

La maestra reparte unas hojas con ejercicios, y él me ve a lo lejos, sin pestañear. Me sonríe. Le sonrío. Bajo mi torso estirando mi mano hacía la mochila para sacar una pluma y escucho un estruendo.

No sé que pasa, no sé que hacer; quiero llorar y salir corriendo, pero no me da tiempo de pensar. Escucho el segundo y la maestra cae a unos centímetros de mí. Gritos, confusión… tercer estruendo.

Y lo último que veo es su mirada, viéndome de lejos con tristeza, queriéndome ayudar sin saber cómo. Cuarto disparo.

A mi mamá, unos minutos después en su oficina, le dicen que prenda la televisión y ahí estaba la noticia:

“Un alumno de secundaria ha entrado armado en el Colegio Americano del Noreste, una escuela privada al sur de Monterrey, la capital de Nuevo León (norte de México). El menor, de quince años de edad, disparó contra varios de sus compañeros y su maestra. Después de amenazar al resto, se disparó a sí mismo en la barbilla…”

Mi madre pone sus manos en la boca y susurra… “Ana”.

 

Nota: Dedicado a todos los confundidos, atormentados, a los inocentes, a los niños.

 

TWITTER: @marcelecuona

INSTAGRAM: marce_lecuona

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