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LA PINOCHA

Sonará trilladísimo pero ¿qué tan conveniente es decir mentiras? No las voy a negar, eso sería absurdo y pues…mentira tonta además.

Forman parte de nuestra vida diaria y esencia, la neta hasta nos las decimos a nosotros mismos a veces para seguir adelante o no sentirnos tan mal.

Pero ¿cómo podemos distinguir cuales se valen? o hasta qué punto llegar sin volvernos mitómanos y que ya de plano que hasta te creas tus cuentos.

Con miedo a balconearme durísimo he de confesar que si me he echado mis buenas mentiras y a veces hasta he abusado, mi mamá y mi hermana hasta se burlan de mí que luego me acabo metiendo en enredos peores por no haber dicho la verdad.

Desde chiquita creo que ya traía el colmillo mentiroso, me acuerdo una vez que estaba en primaria y la maestra se había equivocado con una tarea y nos había reprobado a todo el salón, yo llegué super enojada a contarle a mi mamá y ella me dijo que ¿porque no habíamos reclamado nada?

Al día siguiente saliendo de clases llego super orgullosa a contarle a mi mamá que todo el salón le había reclamado a la maestra y que yo en especial había expresado mi enojo y mis compañeritos me habían apoyado y bueno triunfo total sobre el mal y la autoridad escolar… mi mamá estaba muy orgullosa de mí.

Pero yo no contaba con la comunicación inter-mamás y pues escena siguiente mi mamá se entera de que no había sucedido nada y al recogerme de la escuela me pregunta muy tranquila que ¿Por qué le había mentido? ¿Por qué me había inventado toda una historia que no era cierta? Hoyo en el estómago y a mis tiernos 6 años ya estaba experimentando algo muy cercano a la decepción amorosa.

Me sentía tan mal de haberle fallado en cierto modo a alguien que lo es todo para mí y prometí no volverlo a hacer. Además cabe recalcar que mi mamá ODIA (así con letras mayúsculas de no hay manera de que no lo sepas) las mentiras, para ella son la peor traición, engaño, bueno es lo peor que le puedes hacer.

En fin, ella fue buena onda conmigo y quiso detenerme fallidamente, porque no muy lejos llegó mi pubertad y con ella mis ganas de hacer cosas que mis papás no me iban a dejar, de decir que estaba bien cuando en realidad no y querer quedar bien con los demás… y por consecuencia más mentiras.

Las primeras… cachadas obvio, fueron igual de horribles para mí en sensación y prometía no volver a hacerlo. Una vez por haberme salido de la escuela sin permiso y haberle inventado que nos recogería la mamá de una amiga y estaríamos con ella cuando en realidad queríamos irnos al cine solas pero todavía no nos dejaban (sí tampoco soy la historia de ‘Thirteen’ eran medio tetas mis escapadas a veces).

O como una vez que dije que iba a un Starbucks con unos amigos y en el momento en el que me dejaron, me subí a un coche con un tipo con el que disque salía, para irnos a un departamento con otros dos amigos y otra chavita a chupar.

Además yo andaba en época de ‘nadiemeentiende’ y me daba por tomar pastillas, me robaba Tafil y otras monadas de mi casa y de la enfermería de la escuela (sí ahora sí parezco de ‘Thirteen’) entonces, mezcla de pastillas, alcohol y sabe que más me dejaron tumbada en el piso del departamento…30 llamadas perdidas en mi celular, nadie sabía dónde estaba y ya era la 1 de la mañana, que Starbucks ni que Starbucks. Me llevaron a mi casa y no les cuento como me fue…  lo peor de todo es que no me bastó y seguí con mi jueguito.

Terminó en que obviamente mis papás me cacharan todo, la verdad se me pone la piel chinita de recordar el día que mi papá me dijo que encontró en su cajón de medicinas la caja nueva de Tafil vacía (yo la había pegado cuidadosamente con kola loka y dejado el blíster vacío adentro) subió a mi cuarto, porque yo había salido a caminar, y agarraron mi bolsa para encontrar un pastillerito de gatitos lleno de ansiolíticos y antidepresivos químicos y hasta naturales me metía.

Cuando regresé… ahora sí ardió Troya, porque yo había prometido que ya me portaba bien y que no me metía nada, que ya había tirado todas mis pastillas… en fin, no quiero narrarles una historia de ‘Intervención’, sólo es que mis mentiras fueron creciendo al grado que mis papás ya no me creían nada, así como ‘Pedro y el lobo’ ya no me creían por más que fuera verdad.

Superé esa etapa y pues aprendí mucho, más enfocado al tema también aprendí que a veces una mentirita para zafarte de un plan al cuál no quieres ir no tiene nada de malo, pero a veces es mejor también decir la neta y ahorrarte problemas.

Como hace unos meses, por evitar ver a un tipo, le inventé que me iba a Oaxaca un día antes del que realmente me iba y todo ese día estuve de paranoica de no encontrármelo en la calle, cuando me llamó me hice como que no tenía señal y al día siguiente en el aeropuerto (porque él  también viajaba y se iba a Guadalajara) parecía yo asaltante con una sudadera, gorrito y lentes de sol…que oso, hasta mi hermana me decía que no fuera ridícula, que eso me pasaba por mentirosa. Y sí, ni me lo encontré ni sucedió nada, pero mis horas de paranoica y angustia nadie me las quita.

Me evitan en ocasiones rollos de flojera con mis papás, amigos y conocidos, o hasta me hacen obtener una chamba resaltando una cualidad no trabajada en mi currículum, sí las mentiras nos pueden hacer el paro, pero hay que saber medirlas y que JAMÁS se vuelvan un hábito ni una defensa o comodín para no decir lo que realmente pensamos o sentimos, porque puedes acabar perdiendo más que evitando.

Luciana


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