¿Saben ese sentimiento de soltar a alguien, pero odiarlo? ¡No existe eso, mentirosos! Maldita maldición. Ahí estoy, haciéndome la fuerte “ya no lo amo, ya no pienso en él, pero ojalá que le de muerte de cuna”, bueno, no tanto como muerte, pero sí tantito dolor, que el karma llegue a su puerta y le de una cachetada fuerte, maciza, a la mexicana. Respiro y pienso, “Marce, tú eres mejor que eso, piensa que todo lo que crees, creas. Si deseas el mal, se te pudre el tamal”. ¿Qué pensaron? ¿Que estaban leyendo Aristóteles? No amigos, esto es Marcela Lecuona.
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