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UNA PEDA CON DIOS

Mariana a las diez de la noche con una botella de vino, una cajetilla de Marlboro light y muchas lágrimas en su haber. Muy al estilo Bridget Jones, pero eso sí, con los labios pintados de rojo. Mariana ya pasó sus treinta, pero no deja de ser esa adolescente que cree en el amor. Está molesta, triste, está pasando por esta fase llamada: Desamor.

No sabe que hacer; lo llama y él no contesta. Pone frases en twitter, va a poner un status en Facebook y todavía el cínico (de Facebook) tiene el descaro de preguntar “¿Cómo te sientes?” 

¿No hay carita de “me siento como un bulto de estiércol?” dice Mariana en voz alta.

– No Mariana, no la hay. 

Mariana se sobresalta, ¿Quién dijo eso? ¿Mi subconsciente? ¿Mi vecina? ¿Dios? No creo que Dios se tome molestias ahorita, pensó, con una pandemia, con la pobreza, el racismo o con tanta muerte, no creo que Dios se enoje por lo que pongo en Facebook. 

– Sí que me enojo. 

Mariana se espanta. Ahora sí oye la voz claramente. 

– Dios, aguanta vara, ese cabrón me tiene muy enojada, me prometió… espera, es Domingo, ¿qué haces aquí? 

– Este… estoy algo aburrido de hacer lo mismo cada Domingo y como el tiempo es relativo, se me hace una eternidad. Así que, pues, estaba de metiche y… 

– ¡Ah! Como andas de ocioso te metes en pedos ajenos, ¿eh? Pues yo no te invité a mi peda, pero puedes verme tomar. 

– ¿No te sientes algo repetitiva cuando lloras por el mismo hombre una y otra vez? 

– Te voy a correr de mi peda. 

– No, espera, todo menos irme, morir, resucitar, culparme por las chingaderas de todos… 

– Oye Dios, en mi casa no se pueden decir groserías. 

– Pero… 

– No, espera… no entendí, ¿Eres Dios o Jesús? 

– Somos lo mismo. 

– Fíjate que eso siempre se me ha hecho muy confuso. 

– No pretendo que lo entiendas, no estás capacitada. 

– ¿Me estas llamando pendeja? 

– ¿No que no se pueden decir groserías? 

– Yo pago la renta, mi casa, mis reglas. 

– Concentrémonos. ¿Lo amas? 

– Obvio Chucho, ¿te puedo llamar Chucho? 

– No. 

– Lo amo, pero él no me ama a mí, creo que nunca me amó. 

– ¡Vaya dilema! 

– ¿Vienes desde muy lejos para decirme “Vaya dilema”? Mis amigas dan mejores consejos que tú. 

– Es que no le veo la complicación. A la gente que no me ama o que no cree en mí, la dejo en paz. Cada quién lo que quiera amar. Debes dejarlo ir. 

– Suenas a Paulo Coelho. 

– Osh, a ese ni me lo menciones, no sé qué hice mal para tener a ese escritor, ¿me regalas un cigarro? 

– Adelante. 

– Seamos claros, ¿para qué quieres estar con alguien que no quiere estar contigo? Quiérete un poquito, ¿no? 

– ¡Ay sí! Como todo mundo se pelea por ti, es muy fácil decirlo. 

– Yo no pedí que nadie se peleara por mí. Es la cosa más tergiversada del amor. Yo pedí que me quisieran a pesar de lo que soy, a pesar de mis complicaciones, de lo confuso que soy. Yo pedí comprensión, confianza, respeto, honestidad, congruencia y a cambio… 

– Y a cambio la vida eterna, ya me la sé. 

– No, a cambio prometí nunca dejarlos solos. 

– Pero él me prometió muchas cosas que no cumplió, por ejemplo, cuidarme, amarme, nunca dejarme. 

– Pues mira, somos más parecidos de lo que parece, ¿sabes cuánta gente me promete cosas que no cumplen? 

– Hablas sobre la dieta que prometí y no cumplí. Es una indirecta, ¿verdad? Dios, ya llevas dos cigarros en un hilo, el cigarro está muy caro, tampoco te pases. 

– No egoísmos, debí ponerlo en los diez mandamientos. 

– ¿Cuál quitarías? 

– No matarás, creo que algunos que creen en mí, matan a mi nombre de todas formas. 

– Odio cuando te pones filosófico. 

– Pero mi favorito definitivamente es: Amarás a Dios sobre todas las cosas. Y como Dios es uno mismo, es igual que decir: Te amarás, amarás todo lo que te rodea. Amarás, punto. 

– Ahora sí ya me perdí; o sea eres Dios, Jesús, uno mismo, ¿estás drogado? 

– Mariana ya duérmete, estás muy tomada. 

– Entonces, ¿lo llamo o no? 

– ¿No entendiste nada? ¡Qué te ames! 

– ¡Qué carácter! Te imaginaba más compasivo. 

– Los Domingos me estresan. Semana Santa y Navidad también, creo que el ser humano es muy complejo, los quise hacer a mi semejanza y me pasé de la raya.

– No entendemos que es el amor y tú quieres que distingamos entre el cilantro y el perejil. 

– ¿Qué? 

– Fue una metáfora muy cabrona, no pretendo que la entiendas. Chucho…

– Dime Dios.

– ¿Puedo hacerte una última pregunta?

– Claro.

– ¿Cuál es el significado de la vida?

– Te la voy a decir porque me caes bien, ¿estás lista?

Mariana oye con atención. No puede creer lo que escucha.

A los cinco minutos se duerme de forma descarada en el sillón. Despierta confusa y aturdida, “Creo que debo dejar de tomar”. Comienza a limpiar, toma la botella vacía y el cenicero, pero cuando está a punto de tirar las colillas, ve unos marcados con lápiz rojo, y otros… completamente blancos. 

Con dolor de cabeza, sólo puede recordar un par de palabras:

Amar es la hermosa sencillez que da la oportunidad de ver el bello sueño de estar vivo.

 

TWITTER: @marcelecuona 

INSTAGRAM: marce_lecuona 

 

 


Comentario

  1. Lo más hermoso que eh leído, obvio no te quiero ligar aunque sería un gran honor pero, leerte el día de hoy en la tormenta, en una pinche banca, mirando la lluvia caer, ha sido lo más hermoso ye permite llorar sin que el mundo se de cuenta de lo que estoy pasando.

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